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jueves, 30 de junio de 2011

LA PAREJA IDEAL

“Para los que presumen de saberlo todo”

Ellos se consideraban la pareja ideal: la señora ignorancia y el señor atrevimiento. Ella: altiva, presuntuosa, arrogante. Él: orgulloso, engreído, pedante; en definitiva: siempre dando la nota.

Creían que lo sabían todo sobre todos los temas, y sin embargo, ellos sabían que no era cierto, se empeñaban en llevarse siempre la razón aunque para ello tuviesen que inventar sus propios argumentos.

No se perdían ni un evento social, ni una cena de amigos, ni una reunión familiar. Imponían su opinión fuese cual fuese el tema de conversación: política, deportes, lectura … Ellos siempre tenían la razón.

Eran tan extremadamente pedantes, y su forma de argumentar su opinión tan violenta, que incluso algunas de sus amistades dejaron de invitarles a las reuniones que celebraban, ya que eran insoportables y ahogaban todas las fiestas, y es que en cuanto llegaban a una de ellas, se sentaban en primera fila para replicar, contradecir y objetar sobre lo que hiciese falta.

En cierta ocasión, conocieron una pareja con la cual conectaron muy bien, ya que eran muy parecidos a ellos, coincidían en muchas cosas y también les apasionaba destacar en los eventos como a ellos, con sus peculiares opiniones.

Un buen día, el señor atrevimiento se encontraba indispuesto para asistir a un evento social. Así pues, la señora ignorancia decidió ir sola a tal acontecimiento. Cuando entró en la sala donde se celebraba, dudó en sentarse en primera fila, tal y como solían proceder con su pareja, pero, sin saber porque se sintió algo cohibida y prefirió sentarse en la última fila.

De repente vio a la pareja que habían conocido no hacía mucho tiempo, con la cual tanto se avenían y contactaban. Estaban sentados en primera fila. No sabía bien porque, pero no se atrevía a dar su opinión sobre nada, estaba acostumbrada a que su pareja, el atrevimiento, tomará la voz cantante, e interviniese. No articuló palabra en toda la noche, tan sólo se limitó a observar y escuchar a los demás.

Se dio cuenta de que había gente muy culta, que razonaba sus opiniones, respetando y escuchando la de los demás.

Súbitamente, se coló en sus oídos una voz aguda y altiva. Era la de la mujer de la pareja que habían conocido. Daba su opinión sobre el tema que se estaba comentando. No podía dar crédito a sus oídos: sus argumentos no podían ser más absurdos e incoherentes. Algunos de los intelectuales que tenía a su alrededor, tuvieron que hacer verdaderos esfuerzos para no echarse a reír. Sin embargo, la pareja no se daba cuenta de nada, y continuaba dando la nota.

En aquel momento, se dio cuenta del ridículo que habían hecho todos aquellos años, cuando asistían a una reunión y gozaban en opinar sobre algo que desconocían, y no sólo eso, además querían llevarse la razón, como lo que estaban haciendo en aquel momento aquella pareja, con la que tanto habían coincidido. ¡Que bochorno!

Desde entonces, la señora ignorancia, de vez en cuando, asiste sola a los eventos sociales, para aprender un poco más.

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