"Bienvenido a mi Blog. Déjate llevar por mis letras..."

viernes, 12 de agosto de 2011

domingo, 17 de julio de 2011

HERMES UN ÁNGEL MUY ESPECIAL

“Para aquellos que, a pesar de sus dificultades, luchan por lo que quieren”

Gloria observaba como dormía plácidamente su pequeño entre sus brazos. Lo veía tan frágil que pidió a los cielos un buen ángel de la guarda que estuviera siempre alerta, de todos y cada uno de los movimientos del chiquillo.

-¡Mi pequeño Max! –Exclamó la madre – Espero que San Pedro te adjudique el mejor ángel de la guarda que tenga.

San Pedro en las alturas escuchó el encarecido reclamó de aquella madre, y se puso manos a la obra. Escogió al que creía que era su mejor alumno, Fidel.

-Deberás tener sumo cuidado con el pequeño. Piensa que es un recién nacido, es muy frágil y delicado. Cuando empiece a gatear, no le quites ojo de encima. Confío en ti Fidel, eres mi mejor alumno con diferencia. Esta será tu primera misión como ángel de la guarda, será tu debut. Recuerda todo lo que explicamos en clase. ¡Suerte! –Le dijo San Pedro. Pero lo que nunca imaginó el maestro fue que su alumno predilecto, no siempre era tan ejemplar como él creía. En los últimos tiempos sus amistades dejaban mucho que desear, ya que de vez en cuando descuidaban sus tareas y se iban de marcha, hasta altas horas de la madrugada.

Fidel orgulloso de si mismo, descendió de los cielos y se dirigió al encuentro de su pupilo. Hermes desde un rincón, observó todo lo que estaba ocurriendo. Conocía a Fidel y estaba al corriente de sus trifulcas, por eso no pudo reprimir su rabia hacia él y con paso decidido se dirigió hacia el maestro para recriminarle su elección.

-¿Por qué nunca me eliges a mi? Yo tengo mucho rodaje como ángel de la guarda, estoy harto de cuidar gente adulta, ¿Por qué nunca me adjudicas un bebé?- En sus ojos encendidos por las lágrimas se veía reflejada su furia hacia Fidel.

-Hermes, estoy muy orgulloso de ti. No hace falta que cuides de un bebé para demostrarme nada. Ya sabes que dentro de tus capacidades, eres el mejor.- Y es que el valeroso Hermes era síndrome de Down y por ello San Pedro, no acaba de confiar en él al cien por cien. Sabía que Hermes tenía una voluntad de acero pero aún así, San Pedro albergaba cierta desconfianza hacia él sobre sus capacidades. Sin embargo Hermes no se rindió, y decidió estar alerta por si los cuidados esperados de Fidel, no eran los acertados. Y así fue, un día que San Pedro estaba en una importante reunión, resonaron en sus oídos las palabras de Gloria, la mama de Max, quejándose de los servicios celestiales:

-¡Hijo mío vaya coscorrón que te acabas de dar! San Pedro no se ha debido esmerar mucho con tu ángel de la guarda.

Cuando San Pedro escuchó aquella queja, no le falto tiempo para ir en busca de Fidel y entrar como un troyano en su habitación para echarle la bronca del siglo, pero su alumno estaba durmiendo plácidamente la tajada que había cogido la noche anterior. San Pedro se quedó muy decepcionado con su discípulo predilecto, pero aún así decidió darle una segunda oportunidad.

Cuando Hermes se enteró de ello, se indignó muchísimo, ¿cómo podía darle el maestro una segunda oportunidad, después de lo que había sucedido? Pero fue entonces cuando se le presento una ocasión a Hermes, que no podía dejar perder. Una noche, el pequeño Max no dejaba de llorar desconsoladamente y su ángel de la guarda, para variar, estaba de juerga. Hermes no lo dudó dos veces, y fue volando a reconfortar al pequeño.

Cuando llegó a los pies de su cunita, acercó su rostro al de Max y esbozó una tierna sonrisa, a continuación, se arrancó de una de sus enormes alas, una pluma y empezó a zarandearla de un lado a otro al mismo tiempo que entonaba una nana. Aquel canturreo cautivó al pequeño Max. Era un tarareo de tierras lejanas, hecho con viento del norte soplando entre los espesos bosques, amasado con cálida arena del desierto, aquel arrullo tenía el crujido de las hojas en otoño, mezclado con la espuma del mar, contenía diferentes bálsamos, el olor a pan recién hecho, a fuego de leña, la mente se impregnaba de desconocidos recuerdos y quedaba apresada de tal manera por aquella canción de cuna que era inevitable quedarse abismalmente dormido, tal y como le pasó a Max.

-Siempre que no puedas dormir, sólo tienes que agitar esta pluma y yo vendré en tu ayuda pequeño.- le dijo Hermes al chiquillo.

Cuando San Pedro se enteró de lo ocurrido se enfureció con Fidel y después de disculpase con Hermes, por no haber confiado en él, le concedió los cuidados del pequeño Max. El ángel estaba fascinado con su nuevo trabajo y siempre que el chiquillo zarandeaba su pluma, acudía en su ayuda. San Pedro se alegro por haber tomado una nueva decisión tan acertada y se arrepintió por haber juzgado de antemano a alguien como Hermes, cuya voluntad y fe movían montañas. “Querer es poder” pensó el maestro y se quedó muy tranquilo sabiendo que el pequeño estaba en buenas manos.

Los años fueron pasando y Hermes fue para Max un ángel ejemplar. Pero Max crecía y crecía y ya no zarandeaba aquella pluma, reclamando la presencia de su ángel de la guarda. Un buen día que Max estaba de visita en casa de sus padres, encontró en uno de los cajones de su antigua habitación una curiosa pluma. Se quedó ensimismado mirándola. Había algo en ella, algo indescriptible, que le cautivaba, era como un sueño de su infancia. Le vino a la mente el rostro de un joven con los ojos rasgados de pelo azabache y oscuros ojos, canturreando una extraña canción. Le preguntó a su madre de donde había sacado aquel peculiar objeto y su madre se echó a reír.

-Lo cierto es que no lo recuerdo con exactitud como llegó hasta aquí, pero lo que si recuerdo perfectamente es que cuando eras bebe y no podías dormir te gustaba cogerla y sacudirla con fuerza. De esta extraña manera te quedabas dormido.

Max se quedó perplejo con aquella historia. Entonces se acercó a su hija, que en aquel momento quería coger el sueño pero no podía y zarandeó la pluma.

Hermes desde las alturas despertó, en aquel momento estaba echando la siesta. Le sorprendió bastante, después de tantos años, escuchar el sonido de su pluma reclamando su atención. Aún así, no lo dudó dos veces y descendió volando. Hermes también había crecido y su cuerpo ya no era el mismo, estaba mayor y era un entrañable anciano con bastón que le encantaba dar clases a sus discípulos para que llegarán a ser unos buenos ángeles de la guarda.

Cuando llegó al lado de Max pudo comprobar que se había convertido en todo un hombre y también en todo un papa, por tanto, ya no podía verle, ya que cuando uno se convierte en adulto no puede ver al ángel de la guarda. Le llamó la atención la pequeña zarandeando su pluma, y le dijo:

-Pequeña, yo ya estoy muy mayor para cuidar de ti, pero haré todo lo que esté en mi mano para que no te pase nada.

Y entonó aquel canturreo, aquella nana excepcional de la cual la chiquilla no pudo resistirse y cayó en los brazos de Morfeo.

MIÉNTEME


Miénteme…

Dime que soy tu esclava y tu mi emperador

Miénteme…

Quiero que tus oscuras y perversas fantasías, sean sólo para mi

Miénteme…

Conviértete en la pieza que le falta a mi rompecabezas, a mi locura

Miénteme…

Susúrrame al oído todas tus locuras, tus más retorcidos pensamientos

Miénteme…

Y acércate a mi con sigilo

Besa mis hombros, pasa tu lengua por mi lóbulo

Miénteme…

Deja que tu perfume se filtre en mi piel, en mis senos, en mis muslos

Miénteme…

Con tus manos, con tu voz,

Con tus ojos, con tu pecadora boca

Miénteme…

Extenúame, deja que caiga en el pozo de tus deseos más carnales

Miénteme…

Juega conmigo, con mis palabras,

Con mi cabecita loca… soy tu muñeca

Te regalo mi fragancia de azahar y canela

Te regalo el rincón más prohibido y pecador

de mi sugestiva y perversa mente

Aquel que alberga mis deseos más oscuros y libidinosos

Sólo para ti…

INSIGNIFICANTE


Pequeña e insignificante, frágil como una gota de agua. Rechazada, odiada, humillada, como al ángel negro que expulsan del cielo. Así me sentí cuando leí todas y cada una de tus palabras. Aún retumban en mi mente, algunas de ellas, lanzadas con una hábil cerbatana directas a lo más hondo y quebrantable de mi ser.

Me senté en un rincón del suelo. Mi cabeza se dejó caer en mis rodillas. Encogida como los versos que se esconden en el alma y no quieren salir, no quieren emerger, se quedan en tu interior y mueren allí.

Mis alas mojadas no alcanzaban volar. Llorar en silencio fue mi consuelo impuesto. Llorar al abandono de mis letras, mi mayor castigo.

Al borde del precipicio, sumergida en el mar de tus palabras llenas de odio, aguantando tus vientos huracanados llenos de furia en mis tímpanos, como una muñeca rota, como el patito feo.

Mi alma literaria capturada por las arpías. Me cortan las alas, me asfixian, me amordazan. Atan mi cuerpo al carro romano y lo arrastran por todo el coliseo para espectáculo de la plebe que aplaude ansiosa, me apabullan a gritos.

Espalda enigmática, envidiada por unas, anhelada por otros, nido de conflictos.

Mi cuerpecito extenuado, deleznable, de nada sirvió la armadura de cristal. Se quebró en mil pedazos. Recogiste uno de ellos cuando te percataste de que nadie te observaba, el del alma de mis letras.

martes, 5 de julio de 2011

RESPIRAR

Respirar…

hondo, profundo…

Dejar que el aire entre en tu esencia

Dejar que el aire te adormezca, te calme

Respirar….

tu mirada, por tus poros,

por tu suave y morena piel, con tu aliento

Respirar…

Juntos, acompasados, en un mismo ritmo

Respirar…

tu lengua, tus fuertes manos, tus gruesos labios

Ven…

Tómame, aduéñate de mi razón,

Secuéstrame con tu hálito

Respira conmigo, cede a mi locura

Respira conmigo, atropelladamente nuestro sexo

Respira conmigo, nuestro oxigeno envenenado

Respira conmigo, nuestros cuerpos extenuados

Respira conmigo, tu miembro eréctil dentro de mí

Respira conmigo, mis avernos húmedos

Respira, respira, respira…

viernes, 1 de julio de 2011

SECUÉSTRAME

Secuéstrame…

Gladiador persistente, locuaz

Esclavo de mis peticiones de mis deseos

Pieza imprescindible de mi nocturnidad

Secuéstrame…

Adulador incansable, carismático

Manos fuertes, anillos de acero

Cara de conquistador rebelde, perseverante, tenaz

Gruesos labios, sugerentes…

cómplices de mis fantasías más sensuales

Lengua vertiginosamente provocadora

Ojos profundos donde perderse

Mirada lasciva llena de apetito

Mi eterno amante paciente

Joven y maduro

Deja que juegue con tus oscuros cabellos…

Con tus fuertes manos, con tu cuerpo….

Pasión clandestina

Mi dedo en tus labios, en tu boca

Tu boca en mi cuello, en mis senos

Mis manos en tus glúteos,

en tu miembro eréctil, excitado

Tu dentro de mí, apoderándote de mí

Respiraciones aceleradas, miradas clavadas

Ahógame en tu lujuria

Embriágame con tus besos

Cuerpos acompasados, sudando de extenuación

Buscando las puertas de los oscuros sueños

Buscando las puertas del mismísimo infierno

A LA SINIESTRA NANA

A la siniestra nana de tus palabras vacías,

me indigno, me rebelo

A la siniestra nana de tus absurdos celos,

palpo tu posesión, tu fuego

A la siniestra nana de tu oscura mirada,

me inquieto, me tenso, me agito

A la siniestra nana de tus envenenadas adulaciones,

mi cerebro retumba, se llena de odio

A la siniestra nana de tu extenuante persecución,

mi cuerpo se agota, se asfixia

A la siniestra nana de tu diabólico siseo,

mi razón enloquece

A la siniestra nana de esta peligrosa fusión de fluidos,

de este juego infernal y oscuro

mi cuerpo se estremece, se encoge,

se desmiembra, se muere

ESTIRA

Estira y tensa la cuerda hasta el final

Como si de un jersey viejo se tratara

Viejo y abandonado, al que nadie le gusta

La angustia y la desesperación

Se encargarán de deshilachar mis sueños e ilusiones

¡¡¡Estira fuerte, sin piedad!!!

Porque no me ves, no me oyes, no me sientes

Porque no te palpo ni quiero hacerlo

Estira con todas tus fuerzas y ahógame, asfíxiame,

…porque no me entiendes

Capricho de odios y rencores

Nudo de celos

Palabras envenenadas...

Abandóname como una niña sin recreo,

Como a un ángel negro se le priva del cielo,

Como a un loco se le cierran las puertas.

Enciérrame sin esperanza alguna,

Desnuda ante la soledad,

Como a una muñeca rota

Estira, Estira, ESTIRA COBARDE!!!

Seguiré estando ahí, existiendo,

en lo más profundo de tus entrañas,

respirando con tu aliento,

mirando con tus ojos

intoxicándome con tu perfume

porque soy así

y así lo quiero.

LOCA

Loca, estoy loca…

Porque no como, no bebo, no respiro

Loca…

Porque he dejado de existir, porque estoy ausente

Loca…

Porque tu voz penetre mis oídos

Porque tus manos arranquen mi piel

Porque tu descarada lengua robe mi saliva

Loca…

Por este juego visceral

Por este experimento de la lujuria

Porque tus manos me asfixien, me expriman…

Respira nuestro sudor

Mastica nuestra locura

Muerde, devora, saborea cada milímetro de mi cuerpo

Cada poro de mi piel

Cada aliento

Loca…

Loca de atar, por oírte jadear en mis oídos

Porque tu dedo persiga mi columna vertebral

Loca…

Como una mantis religiosa atrapa a su presa

Para succionarla, abducirla, amarla, poseerla

Todo esto es por tu culpa

Por quererme, desearme, mimarme, cuidarme

Loca…

Ven respira conmigo, muévete conmigo

Baila la danza de mi locura

Ven, cede a mis deseos

Entra en mis abismos

Ven, cede a este ángel del infierno

No grites, nadie te puede oír

No intentes escapar, no hay salida

Disfruta del momento

Aúlla a la luna como un lobo en celo

y hazla sabedora de nuestros secretos

Loca…

Loca por ti.

BUSCÁNDOME

Mis pulgares alentando los oídos

Mis índices incitando los ojos

Mis dedos medios respirando en mi nariz

Mis anulares exhalando mis labios

Mis meñiques reposando en mi barbilla

Y empiezo a rebuscarme….

Me busco, me busco, me busco…

Y corro rápido, desesperada buscándome

Mi cabeza da vueltas y más vueltas

No cesa de pensar, de reflexionar, de asfixiarme

Y mi cuerpecito se agota, se extenúa, se desmaya

He dormido tanto bajo tierra

Que ahora necesito que la lluvia desplome sobre mí

Que el verbo renacer me invada y ahogue mis condenas

Que el viento me seque,

Que las rosas me pinchen

Toco fondo y vuelvo a levantarme

Recojo mis trocitos para unirlos, para soldarlos

Mis alitas rotas, intento que vuelvan a ser de una sola pieza

Pero están llenas de magulladuras, golpeadas

De profundas heridas, alguna de ellas insalvables

Pero no me dejo vencer

Me he cansado del verbo “llorar”, de la palabra “autocompasión”

Cojo mi armadura y miro al frente, siempre al frente

Y sigo buscándome…

Busco me sumerjo en mi interior más profundo

Al arrullo de mis letras encuentro la calma

A la nana de mis pensamientos encuentro mi “yo”

En los nudos de mi mente soplo con fuerza, pero con sosiego

Busco en la cueva de mis locuras….

De mis delirios…

De mis anheladas fantasías de una mente sin final

Busco…

ÁTAME


Átame con tus fuertes manos,

Con tu mirada clara y penetrante,

Con tus roces que perforan mi piel.

Átame, contra la pared mi espalda

Y al otro lado tú y tu cuerpo contra mí

Tus labios recorriendo todo mi ser

En mi cuello, en mis senos, entre mis muslos.

Átame con tus palabras,

Con todos tus sentidos ata los míos,

Encadénalos juntos para que no escapen,

Para que no huyan

Para que mueran juntos

Ata tu destino al mío

Con una sirga fuerte, poderosa,

Hecha con ternura, con risas, con llantos, con incertidumbre…

Ata la parte de mi cerebro que controla lo visceral,

Lo carnal, lo animal, lo lascivo y libidinoso

Haz un nudo con ello y cuídalo

Mímalo, gózalo, disfrútalo

Átame entra en mi cabeza, seduce toda mi razón

Mi conciencia y apodérate de ellas sin pedir permiso alguno

Sisea en mi oreja como el Diablo al Ángel, con sátiras frases

Acaba con mis fuerzas de mortal

Y conviérteme en alguien etéreo y sincero como tú.

CARA Y CRUZ

Ángel y Demonio

Sosiego e Ira

Caballo desbocado

Huracán de odio

Cabecita Loca

Muñeca de trapo sin dueño

Buque sin patrón, sin brújula, buscando puerto de sosiego, donde amarrar sus entrañas llenas de odio, de ira, de heridas abiertas…

Niño sin Recreo

Amazona cabalgando; en una mano, una lanza de rencor, en la otra, el arco de la paz

Estampida de sentidos

Nudo de ansiedad

Navaja de doble filo

Pozo de ilusiones

Abismo de miedos

Naufrago de su propia mente

Soldado sin patria

Gladiadora incansable, buscando la bandera de la alegría

Cabeza llena de nidos de urracas, de demonios comiéndote el cerebro, de arpías hablándote al oído….

La bruja temida, de todos los cuentos

Orgía de diablos, recorriéndote todo el cuerpo

Brújula sin norte

Nido de temores

Boca de culebras, de serpientes, de sapos, de ranas….

Mente de paja, parlanchina, cállate ya!!!

Tormenta de sueños sin realizar

Nana de hechiceras y sirenas malvadas, no la escuches, tápate los oídos!!!

Embajadora de pesadillas y de alianzas de sus propios sentidos

Viajera sin rumbo, buscando la nación del letargo

Olas de rabia, que se rompen en la orilla

Saco de deshechos humanos, buscando alguien que lo cargue en su espalda y así recibir un abrazo.

La Cara: frágil, se esconde para que no la encuentre la Cruz, debajo de esta misma

La Cruz: Perversa, terrorista verbal, buscando una víctima.

jueves, 30 de junio de 2011

EN LAS GARRAS DEL DIABLO

“Léelo sin prejuicios”

Vega se levantó cansada. Aquella noche tan solo había conseguido dormir un par de horas. Se sentía inquieta y la verdad no era para menos. Desayuno un café, aunque no lo necesita ya que se encontraba más que despejada, y unas tostadas. Su cuerpo agradeció una larga y relajante ducha de agua caliente. El agua se filtraba por todos sus poros, convirtiéndose así en un sensual y sugerente masaje. Sus pensamientos se remontaron ocho años atrás. Allí estaba Yago. Eterno seductor de manos fuertes, mirada oscura y penetrante, voz masculina y grave, juegos sexuales inacabables. Un escalofrío le recorrió todo el espinazo, al recordar aquella época. No pudo reprimirse, y sus manos acariciaron violentamente sus turgentes senos. El teléfono la obligó a volver en si. Era él para decirle que no volvería hasta mañana al mediodía. ¿Sospecharía algo su esposo amante? Estaba segura de que no.

Se vistió con tranquilidad, observando su femenino cuerpo, adornándolo con un tentador conjunto de ropa interior. Una vez en la calle, sintió una inesperada sensación de excitación y felicidad. Segura de si misma, se dirigió hacia una mercería y allí escogió las armas de mujer: un seductor y sugestivo tanga oscuro a conjunto con unos sujetadores y medias que se agarraban atrevidamente a sus muslos.

Vega estaba satisfecha con su elección. Yago era el candidato perfecto. Hábil con lo juegos sexuales, discreto e insinuante. Necesitaba alguien así para su experiencia. Sentía una enorme curiosidad por saber como sería una relación sexual virtual. No quería cibersexo con un extraño, ni nada parecido. La relación apasionada y visceral que habían mantenido hacía ocho años, propicio su elección. Sabía que él no se negaría ante semejante propuesta ya que era como un potro de sangre ardiente.

Cuando llegó la hora abrió su ordenador y la web cam. Allí se encontraba él, tal y como habían planeado, esperando impaciente.

Charlaron durante un breve rato y cuando sintieron que los poros de sus cuerpos transpiraban excitación se dejaron llevar. Argumentos con fogosidad, surgían de la boca de Yago, los siseaba para que Vega entrase en trance libidinoso. Ella empezó a acariciar su cuerpo, sus prominentes senos, sus voluptuosos muslos de mujer. Llegó a profesar el perfume de él, entre sus piernas, su voz introduciéndose por sus oídos hasta llegar a la zona del cerebro más carnal, oscura y visceral. Como un animal en celo, introdujo sus dedos en su humedecido sexo y perdió sus cinco sentidos, su conciencia y todo lo que se podía disipar: su virginidad virtual. Por segunda vez, Yago le había hecho perder su castidad y por segunda vez, sucumbía a sus encantos, cayendo en las garras del Diablo. Percibió el miembro de él eréctil y excitado cortándole la respiración. Una pirueta del destino, les unía nuevamente para gozar de sus ardientes cuerpos.

Vega empezó a gemir y fue entonces cuando Yago se unió al encuentro de la hembra desbocada situada al otro lado de la pantalla de su ordenador. Empezó a friccionar su órgano masculino, escuchando a Vega como gemía de placer y llegaron así al orgasmo ansiado.

Superó y más las perspectivas anheladas. Para nada le pareció algo frío e insulso.

Yago le dijo que estaba a su disposición siempre que quisiera, pero que la próxima vez, preferiría que fuese a la vieja usanza. Ella soltó una carcajada ¿Cedería Vega a la propuesta?

EN LAS GARRAS DEL DIABLO (II)

“Déjate llevar”

Vega se sentía feliz. Estaba en paz consigo misma. Había transcurrido un año desde su experiencia con Yago y, a pesar de las dificultades, estaba orgullosa por haber ganado la batalla a la tentación que supuso en su momento, huir de él y que aquello quedase en una simple experiencia más, o al menos así lo consideraba ella.

Se sentía segura, sin inquietudes de ningún tipo y con un nuevo reto en la vida: ascender laboralmente. Entusiasmada por llegar a la cumbre acepto el desafío que le había propuesto su jefe: ir a Madrid para ultimar un trascendental proyecto.

Y allí estaba ella, con su traje oscuro de mujer ejecutiva, decidida a comerse el mundo.

-Bienvenida Vega –Le dijo el jefe del departamento de Madrid, con una sincera sonrisa.

-Si me permite, voy en busca del señor Cóalgomo para comunicarle su llegada. Él será su imprescindible colaborador, mientras usted trabaje con nosotros.

“¿Cóalgomo?”-Pensó escandalizada Vega. “¿He oído bien?”-Se preguntó. No podía ser, no era posible. Aquel apellido pertenecía a Yago. Miró a los cielos en forma de súplica, rogando que no fuera él.

-Buenos días Vega –El corazón le dio un vuelco. ¡Era él! ¿Qué diablos pintaba Yago en Madrid? Días después se enteraría que hacía seis meses que trabajaba en aquella importante empresa.

Vega se sintió violenta, casi no pudo estrechar la mano de Yago, el corazón le palpitaba aceleradamente, su mente pensaba a gran velocidad. Sin embargo él, le dedico una seductora y sugerente sonrisa, adulándola como siempre.

-¿Se encuentra bien señorita? –Le preguntó dulcemente, como si no la conociese de nada, pero clavando su mirada en sus ojos, penetrándole hasta el más escondido rincón de su cerebro, reanimando con su voz aquel sensual encuentro.

Cuando llegó al hotel, lo primero que hizo, fue darse una ducha caliente. Se sentía cansada y perturbada por aquel reencuentro. Yago le invitó a cenar, poniendo como excusa el trabajo. Y Vega no pudo negarse. A punto estuvo de telefonear a su jefe, para renunciar al puesto por motivos personales, pero no podía evitar sentir una rabia irrefrenable al pensar, que debía desistir de sus aspiraciones laborales, por culpa de aquel hombre.

Decidió comerse el orgullo personal y ser la profesional que había demostrado ser siempre en su trabajo. Nadie le impediría cumplir su objetivo.

Sus pensamientos se vieron alterados por una llamada. En aquel instante, se percató que aquel Mobil era de su marido. “¡Este hombre!” Pensó. Con las prisas, el marido de Vega cogió por error el Mobil de esta. Justo cuando se decidió a atender la llamada se colgó. Marcó el número del contestador, para comprobar que no hubiesen dejado algún mensaje. En dos minutos, Vega bajo a los infiernos a través del mensaje que acababa de escuchar. Su pequeño mundo se hizo trizas como un espejo. Era Carlota, su mejor amiga, expresándole a su marido, lo mucho que había disfrutado la noche anterior y preguntándole cuando repetirían. Vega siempre observó que Carlota miraba de manera especial a su marido, pero nunca hubiera imaginado aquello. “Tal vez lo tenga merecido” Pensó.

Se sintió derrotada, desilusionada, perdida, sola. Como un autómata se engalanó con sus mejores y sugestivas ropas y con unas gotitas del perfume preferido de Yago. Creó el arma de mujer deseada y anhelada por cualquier amante.

Los impulsos de Yago, cuando la vio entrar al restaurante, fueron mitigados por la voz del deber, que le susurraba al oído, contención ante aquel despliegue de armas femeninas, si no quería perder su tan preciado puesto de trabajo. Cenaron hablando de trabajo, pero sus miradas mantenían un seductor y erótico diálogo paralelo a la conversación. Y el buen vino hizo de las suyas al final de la velada. Vega se sentía transportada y no podía parar de reírle las gracias a Yago. Y el diablo, poco a poco, con paciencia, dedicación y perversión se apoderó nuevamente de ella. Sus garras dieron un zarpazo al botón para bloquear el ascensor. Sus manos, por debajo de aquella escueta falda, subiendo por las piernas, por los muslos de Vega. Su lengua en el cuello, en sus pechos, en su vientre, en su intimidad más húmeda. Y Vega se dejó hacer, se dejó llevar, no le importaba nada. Yago seguía devorándola con sus formas, violentas y exquisitas a la vez. Ella entre la pared y él. Su miembro caliente y eréctil atravesando todas las fantasías de Vega. Ella jadeaba de extenuación, casi se sentía desvanecer, pero Yago no se lo permitía, la arrastraba una y otra vez a sus pasiones infernales. La tenía afianzada por la cintura y la aferraba a horcajadas. Siseaba en su oído para provocar una mayor excitación en ella. Era como un semental enfurecido, incontrolable, arrebatado por la perversión, por el desenfreno.

La hizo gozar lo inimaginable, dejo de ser ella y pasó a ser su esclava, su cautiva, su prisionera sexual. La liberó de sus ataduras, cuando comprobó que había llegado al éxtasis. Su fuerte mano volvió a pulsar fuertemente al botón cuando todo concluyo. Cogió en volandas a Vega, y con sumo cuidado, como si fuese un trofeo personal, la llevo a su guarida, mientras ella intentaba volver en si.

LA PÓCIMA DE LA AMISTAD

“Para los que todavía creen en la amistad”

Tristán era un joven príncipe de un país muy lejano. El joven soberano, estaba más que harto de aburrirse en las fiestas de su reino. El pobre, ya no sabía que hacer ni como ingeniárselas para que sus súbditos disfrutaran con ellas. Y es que la gente de aquel lugar, no sabía lo que era reírse, disfrutar de una larga y afable tertulia compartiendo opiniones y recuerdos, o incluso bailar hasta altas horas de la madrugada en la plaza del pueblo. Y es que realmente, aquellos habitantes eran lo más impasibles, fríos y apáticos que Tristán hubiese visto nunca.

Por ello el joven príncipe pidió a su padre permiso para indagar en los pueblos vecinos, en busca de algo, no sabía bien el que, para animar aquellas gentes. El rey al principio se sorprendió un poco.

-Y dime hijo mío: ¿Qué pretendes conseguir?-Le pregunto su padre.

-Un poco de alegría para nuestras gentes. Siempre que llegan las fiestas del pueblo permanecen impasibles en sus sillas, sin tema de conversación alguno. Parece que se les obligue a asistir, como si no disfrutasen de ellas.-Contestó apenado Tristán.

-A mi no me parece algo grave. Ellos son así, siempre lo han sido.

-Por eso mismo necesitamos algo que no logró saber lo que es. Hay algo que no encaja. Deja que viaje a los pueblos vecinos para averiguar que nos hace falta exactamente. –Suplico el joven.

-De acuerdo, pero no tardes mas de una semana. –Ordenó el padre.

Tristán cogió su caballo y se dispuso a viajar de pueblo en pueblo, de fiestas en fiestas observando todos los detalles, sus gentes, sus tradiciones…

Al fin llegó a una pequeña aldea, donde se celebraban las fiestas de verano. El ambiente que se respiraba era magnífico, no solo por la decoración de sus calles sino también, por las expresiones de alegría en todos y cada uno de los rostros de sus habitantes. Curiosamente, sus ojos pararon atención en un grupo de alegres muchachas que estaban sentadas alrededor de una mesa. Se quedó embobado observándolas desde un rincón. De pronto, una de ellas percibió la mirada llena de curiosidad y afán de averiguar algo mágico., que se leía en el rostro de Tristán. Se le acercó con dulzura y le dijo:

-¿Te unes a nuestro grupo? Estoy segura que lo pasaras bien.

Y fue muy bien recibido por el resto de jóvenes, a las cuales no les importó hacer un sitio de más en la mesa, para que aquel extraño joven de expresión curiosa y triste, disfrutase de su compañía. Entonces ocurrió lo que Tristán andaba buscando desesperadamente, algo mágico, intangible, seductor. Aquellas dicharacheras muchachas, empezaron a entrelazar conversaciones, sonrisas, carcajadas, bromas…

Tristán, ni corto ni perezoso, se puso la mano en su bolsillo y extrajo un diminuto y esbelto frasco de color púrpura que le había proveído el hechicero de su reino y recordando sus palabras, lo colocó cuidadosamente en el centro de la mesa. “Con este frasco, podrás atraer todo aquello que no se puede palpar con las manos, pero sí con el corazón”.

Y fue así, como aquel imperceptible objeto intentó capturar aquel momento. Y mientras, Tristán se quedaba ensimismado presenciando aquel derroche de energía, de complicidad, de jolgorio, de escandalosas e incontenibles risotadas. Nuestro joven protagonista, no tenia ni idea de que aquellas muchachas se conocían desde la niñez y que por tanto, compartían una maleta tal de recuerdos infinita, de miradas de complicidad, porque todas y cada una de ellas se conocían a la perfección. Habían compartido durante años risas, llantos, decepciones, alegrías y todo ello las había ayudado a crecer y madurar juntas. Había tal complicidad, que con un solo gesto del rostro, ya sabían lo que la otra estaba pensando. En sus ojos se podía ver todavía a la niña que todas llevaban dentro, cuando recordaban cosas de la infancia. Eran años de compartir una amistad, de tejer un día tras otro aquella gigantesca red, de cuidar, de mimar, de acariciar y cuidarse a pesar de sus diferencias y de las obligaciones que ahora tenían como mujeres adultas. Estaba la tolerante, la comprensiva, la que prefería escuchar y reír con las bromas del resto, las mayores siempre atentas del resto y dando consejos, la desinhibida a la cual no le importa explicar sus intimidades si con ello consigue arrancar a las demás unas risas, la de indumentaria provocadora y por último la temperamental. Todas ellas formaban aquel cóctel explosivo, aquella pócima de la amistad, imposible de calcar.

Cuando Tristán llegó a su reino, rápidamente le entregó el frasco con la supuesta fórmula al hechicero para que analizase su contenido. El brujo, con mucho cuidado, pudo ver que en su interior contenía lo siguiente:

“Un buen puñado de buen humor”

“Un buen pellizco de ganas de permanecer unidas”

“Una cucharada sopera de tolerancia”

“Un manojo de comprensión”

“Un fajo de afecto”

“Un buen vaso de carcajadas”

“Una pizca de picardía”

“Un chorrito de desinhibición”

Y llegó el día de las fiestas del pueblo en el cual se debía poner a prueba la fórmula mágica. Pero la decepción de Tristán y el hechicero fue gigantesca, cuando comprobaron que el diminuto frasco no había servido de nada. Vertieron su interior en la bebida para los habitantes del reino y el efecto deseado, sorprendentemente no surgió. Tristán no tuvo en cuenta algo imprescindible: la amistad se tiene que trabajar durante años, entretejer pase lo que pase, alimentarla siempre que se pueda con cucharaditas de ternura, no basta con capturarla en un imperceptible frasco si las personas que van a ingerir la supuesta pócima no se han afanado antes en cuidar de sus amigos.

EL ARCA DE JAFET

“Para el Pueblo Japonés”

Jafet era hijo de Noe. Cuenta la historia, no escrita en ningún sitio, narrada de generación en generación, que un buen día todas las emociones y sentimientos humanos fueron a hablar con el primogénito de Noe, ya que estaban muy preocupados por su futuro.

-¿Qué va a ser de nosotros?-preguntó la Curiosidad.

-¡Nosotros también tenemos derecho a sobrevivir al diluvio!-protestó la rebeldía.

En lo más profundo de su alma, Jafet sabía que tenían razón. Habló con su padre, pero este le contestó que en el arca no había sitio para todos. Fue así como Jafet decidió construir su propia arca, en la cual viajarían unos invitados muy especiales.

Todos ayudaron a Jafet: la Constancia, la Perseverancia, la Inteligencia incluso el aburrimiento disfrutó construyendo el gran arca y la Pereza se animó a echar una mano. Al cabo de muchos años, la titánica arca lucía espectacular junto al puerto. Aquella misma noche, para celebrar el largo viaje, convocaron una gran fiesta en la cual estaban todos invitados. Disfrutaron de ella hasta altas horas de la mañana. Tanto fue así, que la Esperanza y la Prudencia que eran muy amigas de la Insensatez, se dejaron llevar por esta última y tomaron unas copas de más. Aquella mañana Jafet y el resto de los tripulantes, partieron hacia el nuevo destino, sin darse cuenta que dos de los valores más importantes de este mundo permanecían sumergidos en un largo sueño. Sin embargo la Insensatez embarcó en el arca, sin molestarse en avisar a Jafet del gran error que se estaba cometiendo, típico en ella.

Después del gigantesco diluvio, las aguas se secaron y empezó el nuevo mundo. Fueron pasando los años y todo iba más o menos sobre ruedas, pero al cabo de un tiempo empezaron los problemas. Jafet se quedaba extrañado ante tantas dificultades. ¿Cómo era posible tanta desgracia humana? ¿En que había fallado? Guerras, campos de concentración, asesinatos, violencia, rebeliones, dictaduras……

Y llegó un día en que la gota colmó el vaso de Jafet. Una ola gigantesca asoló gran parte del pueblo japonés. La Desesperación se adueñó de todos. Como una histérica, se fue enclavando en todas las entrañas que le venían al paso. La Tristeza se paseaba a sus anchas por los pueblos japoneses arrollados por el tsunami y la Incertidumbre se proclamó reina de aquel país oriental. Jafet no entendía nada. Y por si fuera poco, a causa de aquel desastre, una central nuclear corría el peligro de tener una fuga atómica. ¿Debía ser la Humanidad un poco más prudente con este tema? Fue entonces cuando Jafet recordó que hacía largo tiempo que no veía ni a la Esperanza ni a la Prudencia. ¿Dónde estaban?

Habló con el Conocimiento y este no sabía que contestar. Finalmente el Recuerdo le aconsejó que hablase con el Olvido.

-Creo que la Esperanza y la Prudencia, se quedaron dormidas la mañana en que partimos, pregúntale a la Insensatez son muy amigas -le contestó a Jafet.

Cuando el primogénito de Noe escuchó aquellas palabras, se llevó las manos a la cabeza. La Responsabilidad que pasaba por allí y también se enteró de lo ocurrido acompañó a Jafet en su busca para hablar con la Insensatez.

Le cayó una bronca de mil diablos cuando la encontraron y la Responsabilidad se ensañó con ella hasta quedarse sin voz.

-¡Eres una inmadura irresponsable, no cambiarás nunca! ¡Mira la que has liado, como siempre!

Jafet sin perder un minuto más, se embarcó en la gigantesca arca en busca de la Esperanza y la Prudencia. Las halló en la cumbre de una lejana montaña, muertas de hambre y frío, totalmente desorientadas.

Fue así como poco a poco, el pueblo japonés y toda la humanidad, fueron recuperando la luz de la Esperanza. Llevaba muchos años de demora y tenía mucho trabajo atrasado. Dicen los ancianos, que hasta los sentimientos más mezquinos (el Odio, el Orgullo, la Envidia…) ayudaron a la Esperanza en aquellos momentos. La Prudencia sin embargo, debía ganarse el futuro, ya que era su deber inculcar a la sociedad la Inquietud por el trabajo bien hecho.

¿EL ERROR DE CUPIDO?

“Para los valientes que deciden salir del armario”

Cuenta la leyenda, que Cupido fue un travieso personaje al que, de vez en cuando, le gustaba gastar bromas pesadas. Por ello los dioses decidieron enviar a alguien que estuviese siempre pendiente de sus jugarretas: el padre Higinio. Este sacerdote, se encargaba de vigilar de cerca al vivaracho Cupido, controlando en todo momento que los flechazos de nuestro protagonista, fuesen lo más correctos, religiosamente hablando. Pero aunque a los ojos de los dioses y del padre Higinio, Cupido pudiese parecer saltarín, atrevido e ingenuo, lo cierto es que nuestro ángel del amor tenia muy buen ojo y lo más importante, muy buena puntería para cazar al vuelo dos corazones enamorados y nunca, nunca se equivocó en su elección, aunque algunos pensaran y siguen pensando que esas flechas están errando porque, según ellos, va contra natura.

Pero hacia unos días que Cupido estaba un poco desalentado ya que no conseguía de ninguna manera, encontrar la media naranja de dos muchachos: Rubén y Víctor. El embajador del amor, había intentado por todos los medios disparar al corazón de aquellos jóvenes pero no encontraba nunca el momento idóneo, ya que cada vez que se les acercaba alguna posible pretendiente no se cumplía la norma que Cupido necesitaba: que ambos corazones latieran al unísono una misma melodía, como simulando una canción, como un código secreto y personal entre ellos. De esta manera, el hábil Cupido lanzaba una de sus mágicas flechas atrapando ambos corazones. Surgía así aquel lazo inmortal que los uniría para toda la vida, si el que disparaba era el verdadero Cupido y no un aficionado. Un día, el mensajero del amor descubrió algo sorprendente: cuando Rubén y Víctor se conocieron, sus corazones empezaron a latir al unísono. A punto estuvo de disparar una de sus infalibles flechas, pero el padre Higinio intervino y le agarró con fuerza del brazo elevándole la voz para gritarle:

-¿Estás loco? ¡Ni se te ocurra sinvergüenza, va contra la madre natura, sería un error catastrófico!

Cupido se quedó petrificado, no entendía nada.

-¿Porqué? ¡Están pidiendo a gritos una de mis flechas! ¿Quienes somos nosotros para negarles nada?

Y se intrincaron en una querella, forcejeando ambos para salirse con la suya. El padre Higinio estiraba con todas sus fuerzas del arco, para evitar así que el pequeño ángel disparase aquella flecha envenenada con el pecado, según el sacerdote. En un descuido del religioso, nuestro protagonista se apoderó del arco, consiguiendo de esta manera disparar su ansiada flecha alcanzando así su objetivo. El mundo se paralizó. Se cruzaron las miradas de Rubén y Víctor

El ambiente era tan etéreo e inocente que casi era irrespirable. Fue un amor tan profundo, tan mortal y carnal que los Dioses del Olimpo se murieron de envidia, ya que ellos nunca habían experimentado ni experimentarían semejante oleada de sensaciones ni sentimientos. Fue tan tierno, apasionado, visceral y bello cuando aquellos dos seres hicieron el amor hasta la saciedad, que el padre Higinio no pudo impedir semejante estampida de emociones. Y fue así como nació la homosexualidad, fuerte, bella, pasional, tierna. ¿Si Cupido hizo aquella acertada elección, quienes somos nosotros para excluirla de nuestra sociedad?

“David acababa de leer aquel curioso cuento a sus padres y hermana. No sabía como decirles que era homosexual y que estaba profundamente enamorado de su mejor amigo. Su hermana le miró atentamente y le lanzó una sonrisa de complicidad:

-Ya lo sabía hermanito – le dijo en tono tranquilizador.

Su madre no pudo evitar las lágrimas que le acudían a los ojos:

-Has debido sufrir mucho. Deberías haber confiado antes en nosotros.

El padre sin embargo permanecía impertérrito ante la noticia. Se levantó de la butaca lentamente y se encerró en su habitación.

-Dale tiempo y lo acabará entendiendo – le dijo con ternura la madre. Y así fue.”