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jueves, 30 de junio de 2011

EL ARCA DE JAFET

“Para el Pueblo Japonés”

Jafet era hijo de Noe. Cuenta la historia, no escrita en ningún sitio, narrada de generación en generación, que un buen día todas las emociones y sentimientos humanos fueron a hablar con el primogénito de Noe, ya que estaban muy preocupados por su futuro.

-¿Qué va a ser de nosotros?-preguntó la Curiosidad.

-¡Nosotros también tenemos derecho a sobrevivir al diluvio!-protestó la rebeldía.

En lo más profundo de su alma, Jafet sabía que tenían razón. Habló con su padre, pero este le contestó que en el arca no había sitio para todos. Fue así como Jafet decidió construir su propia arca, en la cual viajarían unos invitados muy especiales.

Todos ayudaron a Jafet: la Constancia, la Perseverancia, la Inteligencia incluso el aburrimiento disfrutó construyendo el gran arca y la Pereza se animó a echar una mano. Al cabo de muchos años, la titánica arca lucía espectacular junto al puerto. Aquella misma noche, para celebrar el largo viaje, convocaron una gran fiesta en la cual estaban todos invitados. Disfrutaron de ella hasta altas horas de la mañana. Tanto fue así, que la Esperanza y la Prudencia que eran muy amigas de la Insensatez, se dejaron llevar por esta última y tomaron unas copas de más. Aquella mañana Jafet y el resto de los tripulantes, partieron hacia el nuevo destino, sin darse cuenta que dos de los valores más importantes de este mundo permanecían sumergidos en un largo sueño. Sin embargo la Insensatez embarcó en el arca, sin molestarse en avisar a Jafet del gran error que se estaba cometiendo, típico en ella.

Después del gigantesco diluvio, las aguas se secaron y empezó el nuevo mundo. Fueron pasando los años y todo iba más o menos sobre ruedas, pero al cabo de un tiempo empezaron los problemas. Jafet se quedaba extrañado ante tantas dificultades. ¿Cómo era posible tanta desgracia humana? ¿En que había fallado? Guerras, campos de concentración, asesinatos, violencia, rebeliones, dictaduras……

Y llegó un día en que la gota colmó el vaso de Jafet. Una ola gigantesca asoló gran parte del pueblo japonés. La Desesperación se adueñó de todos. Como una histérica, se fue enclavando en todas las entrañas que le venían al paso. La Tristeza se paseaba a sus anchas por los pueblos japoneses arrollados por el tsunami y la Incertidumbre se proclamó reina de aquel país oriental. Jafet no entendía nada. Y por si fuera poco, a causa de aquel desastre, una central nuclear corría el peligro de tener una fuga atómica. ¿Debía ser la Humanidad un poco más prudente con este tema? Fue entonces cuando Jafet recordó que hacía largo tiempo que no veía ni a la Esperanza ni a la Prudencia. ¿Dónde estaban?

Habló con el Conocimiento y este no sabía que contestar. Finalmente el Recuerdo le aconsejó que hablase con el Olvido.

-Creo que la Esperanza y la Prudencia, se quedaron dormidas la mañana en que partimos, pregúntale a la Insensatez son muy amigas -le contestó a Jafet.

Cuando el primogénito de Noe escuchó aquellas palabras, se llevó las manos a la cabeza. La Responsabilidad que pasaba por allí y también se enteró de lo ocurrido acompañó a Jafet en su busca para hablar con la Insensatez.

Le cayó una bronca de mil diablos cuando la encontraron y la Responsabilidad se ensañó con ella hasta quedarse sin voz.

-¡Eres una inmadura irresponsable, no cambiarás nunca! ¡Mira la que has liado, como siempre!

Jafet sin perder un minuto más, se embarcó en la gigantesca arca en busca de la Esperanza y la Prudencia. Las halló en la cumbre de una lejana montaña, muertas de hambre y frío, totalmente desorientadas.

Fue así como poco a poco, el pueblo japonés y toda la humanidad, fueron recuperando la luz de la Esperanza. Llevaba muchos años de demora y tenía mucho trabajo atrasado. Dicen los ancianos, que hasta los sentimientos más mezquinos (el Odio, el Orgullo, la Envidia…) ayudaron a la Esperanza en aquellos momentos. La Prudencia sin embargo, debía ganarse el futuro, ya que era su deber inculcar a la sociedad la Inquietud por el trabajo bien hecho.

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