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jueves, 30 de junio de 2011

BUSCANDO A MAMA

“Para aquellos que han perdido un ser querido

Martina tenía cinco años. Le gustaba montar en bicicleta, el pan con chocolate y le entusiasmaban los flanes que hacía cada sábado su mama. Pero lo que de verdad le apasionaba era jugar con su madre. Inventaban largos viajes al universo, soñaban que eran princesas y cada día, a la hora del baño, construían con el vaho que brotaba del agua caliente, una cortina de niebla para proteger su minúsculo planeta y fantaseaban imaginando que allí nadie las podía encontrar, era su secreto.

Un día, mama enfermo y el papa de Martina entristeció mucho. Pasaron los días, y no se recuperaba, todo lo contrario, cada vez iba empeorando más. Una mañana Martina fue a verla al hospital donde estaba ingresada. La echaba mucho de menos, ya que nadie jugaba con ella como lo hacía mama.

-Martina, quiero que sepas que yo siempre estaré donde vayas. Eres una chica lista y sabrás encontrarme si buscas bien.-Le dijo Mama.

Ya Martina dejó de ver a mama. La buscó por todas partes: en su habitación, en la heladería donde solían ir a tomar un helado, en el parque, pero no la encontró. Martina al principio se enfado un poco porque pensó, que mama le había mentido, pero más tarde fue entendiendo que no la volvería a ver jamás.

Pasaron los años y Martina se había convertido en toda una mujer, de hecho, ya era toda una mama, y su hija se llamaba Blanca como su abuela, y tenia cuatro años.

Martina intentaba jugar y disfrutar de su hija a máximo, y reproducía los juegos con los que había jugado tanto con su madre, y es que guardaba recuerdos muy entrañables de aquellos momentos.

Una tarde, a la hora de baño, brotó del agua caliente una gran cantidad de vaho. Blanca se quedó sorprendida.

-¡Mira mamá, cuanta niebla! Es como una gran cortina. Aquí nadie nos puede encontrar, podría ser nuestro lugar secreto nadie lo sabrá.

A Martina le dio un vuelco el corazón. Aquel juego, que tanto les gustaba, lo tenía en el olvido, y en aquel momento Blanca lo había despertado después de un largo letargo. Hacía años que no jugaba a aquello, y lo más curioso era que siempre le había apasionado. Entendió entonces, lo que su madre le quiso decir: su madre estaba allí en aquel momento, estaba cuando Martina elaboraba aquellos flanes tan deliciosos de la receta de su madre, cuando jugaban a ser princesas, cuando inventaban largos viajes al universo. En todos y en cada uno de esos momentos, ya que todo aquello se lo había enseñado ella, y cada vez que disfrutaba de aquellas pequeñas cosas, la tenía presente.

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