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jueves, 30 de junio de 2011

EN LAS GARRAS DEL DIABLO

“Léelo sin prejuicios”

Vega se levantó cansada. Aquella noche tan solo había conseguido dormir un par de horas. Se sentía inquieta y la verdad no era para menos. Desayuno un café, aunque no lo necesita ya que se encontraba más que despejada, y unas tostadas. Su cuerpo agradeció una larga y relajante ducha de agua caliente. El agua se filtraba por todos sus poros, convirtiéndose así en un sensual y sugerente masaje. Sus pensamientos se remontaron ocho años atrás. Allí estaba Yago. Eterno seductor de manos fuertes, mirada oscura y penetrante, voz masculina y grave, juegos sexuales inacabables. Un escalofrío le recorrió todo el espinazo, al recordar aquella época. No pudo reprimirse, y sus manos acariciaron violentamente sus turgentes senos. El teléfono la obligó a volver en si. Era él para decirle que no volvería hasta mañana al mediodía. ¿Sospecharía algo su esposo amante? Estaba segura de que no.

Se vistió con tranquilidad, observando su femenino cuerpo, adornándolo con un tentador conjunto de ropa interior. Una vez en la calle, sintió una inesperada sensación de excitación y felicidad. Segura de si misma, se dirigió hacia una mercería y allí escogió las armas de mujer: un seductor y sugestivo tanga oscuro a conjunto con unos sujetadores y medias que se agarraban atrevidamente a sus muslos.

Vega estaba satisfecha con su elección. Yago era el candidato perfecto. Hábil con lo juegos sexuales, discreto e insinuante. Necesitaba alguien así para su experiencia. Sentía una enorme curiosidad por saber como sería una relación sexual virtual. No quería cibersexo con un extraño, ni nada parecido. La relación apasionada y visceral que habían mantenido hacía ocho años, propicio su elección. Sabía que él no se negaría ante semejante propuesta ya que era como un potro de sangre ardiente.

Cuando llegó la hora abrió su ordenador y la web cam. Allí se encontraba él, tal y como habían planeado, esperando impaciente.

Charlaron durante un breve rato y cuando sintieron que los poros de sus cuerpos transpiraban excitación se dejaron llevar. Argumentos con fogosidad, surgían de la boca de Yago, los siseaba para que Vega entrase en trance libidinoso. Ella empezó a acariciar su cuerpo, sus prominentes senos, sus voluptuosos muslos de mujer. Llegó a profesar el perfume de él, entre sus piernas, su voz introduciéndose por sus oídos hasta llegar a la zona del cerebro más carnal, oscura y visceral. Como un animal en celo, introdujo sus dedos en su humedecido sexo y perdió sus cinco sentidos, su conciencia y todo lo que se podía disipar: su virginidad virtual. Por segunda vez, Yago le había hecho perder su castidad y por segunda vez, sucumbía a sus encantos, cayendo en las garras del Diablo. Percibió el miembro de él eréctil y excitado cortándole la respiración. Una pirueta del destino, les unía nuevamente para gozar de sus ardientes cuerpos.

Vega empezó a gemir y fue entonces cuando Yago se unió al encuentro de la hembra desbocada situada al otro lado de la pantalla de su ordenador. Empezó a friccionar su órgano masculino, escuchando a Vega como gemía de placer y llegaron así al orgasmo ansiado.

Superó y más las perspectivas anheladas. Para nada le pareció algo frío e insulso.

Yago le dijo que estaba a su disposición siempre que quisiera, pero que la próxima vez, preferiría que fuese a la vieja usanza. Ella soltó una carcajada ¿Cedería Vega a la propuesta?

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